Desde que el hombre tiene razonamiento, ha buscado entender qué somos, de dónde venimos, qué hacemos aquí en este planeta y hacia dónde vamos.
Nos intriga saber cuál es la razón y el porqué de la vida.
Algunos nacen con todas las facilidades para desenvolverse en la vida, y otros vienen con pesadas cargas; de salud, materiales, sentimentales, que no les permiten siquiera tener la posibilidad de lograr lo que otros obtienen tan fácilmente.
Crecimos creyendo que nuestro Creador nos daba una sola vida, pero la realidad es muy distinta.
Es el momento de quitarnos el velo milenario de la ignorancia, y conocer la verdad.
Para comprender la respuesta a esta duda existencial, es necesario saber que el ser humano está constituido por 3 partes: un cuerpo físico, un alma y un espíritu, este último es el principio vital, donde reside la inteligencia y nuestro verdadero ser, y tiene además la esencia del Divino Padre Creador, Dios Todopoderoso, por lo tanto, es inmortal.
El cuerpo físico sólo es un instrumento para el progreso del espíritu.
Sócrates dijo:
Conócete a ti mismo.
Para entender exactamente qué hacemos aquí en la Tierra, vamos a establecer una analogía entre una escuela y nuestro planeta.
Cada espíritu es un estudiante, y así como un alumno se levanta y viste cada día para asistir al colegio, nuestro espíritu toma un nuevo cuerpo para desarrollar una nueva vida sobre la Tierra. Esto se denomina reencarnación.
Al final del día, el alumno retorna a su hogar, satisfecho de incorporar nuevas enseñanzas y cultura a su vida. Del mismo modo, nuestro espíritu vuelve al hogar espiritual, después de haber finalizado su vida terrena, de haber aprendido una nueva profesión, de haber establecido nuevas relaciones, de haber formado nuevos lazos de amor, de haber contribuido a la sociedad, de haber procreado y guiado hijos. Muchos también dejan un legado a la sociedad.
El ser humano tiene entonces la misión de “Progresar Espiritualmente” y debe enfrentar la vida, con el conocimiento que ha adquirido en vidas anteriores. La experiencia nos enseña, a no cometer los mismos errores.
Es importante saber que todos en nuestra actual existencia estamos recogiendo lo que sembramos en nuestra vida anterior y a la vez estamos sembrando lo que recogeremos en la próxima.
En estas sucesivas vidas podemos evolucionar y avanzar mucho espiritualmente si respetamos a nuestros semejantes y a la naturaleza, si brindamos amor a través de nuestras obras, y también si somos un real aporte para la sociedad y para quienes nos rodean. Nuestro punto de partida debe ser reconocer a quién nos dio la vida, la existencia, Dios Todopoderoso, ser agradecidos por lo que nos brinda cada día y reconocernos hermanos entre los seres humanos.
Si todo esto hacemos, avanzar será menos difícil, y cada nueva vida será mejor que la anterior.
Pero, no habrá evolución y progreso para nuestros espíritus si hacemos lo contrario. Es decir, crear lazos de odio en vez de amor, dañar a nuestros semejantes, vulnerar derechos, engañar, delinquir, corromper, agredir la naturaleza en vez de contribuir a preservarla. Son demasiadas las cosas negativas que el hombre puede y acostumbra a realizar.
Es en estos casos entonces, cuando aparece el karma en nuestras vidas, que no es otra cosa que la combinación de dos Leyes Divinas, la de Justicia y la de Causa y Efecto.
Todo el daño y sufrimiento que hemos ocasionado debe pagarse, y la única forma en que nuestros espíritus se purifican, es a través de sentir en carne propia el mismo dolor y sufrimiento que originamos. Sólo así podemos comprender lo que realmente hemos realizado a nuestros semejantes, algo que nunca debimos hacerlo.
Por esta razón, por todo el daño que el ser humano a realizado a través de toda la historia, es que este planeta ha llegado a ser tanto una escuela como un lugar de expiación y sufrimiento. No hay lugar donde no haya dolor.
Jesús, el Divino Maestro resumió todo esto en una sencilla frase:
“Con la vara que mides, serás medido”.
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