La gente muchas veces se hace las siguientes preguntas:
1.- ¿Por qué se habla de Ira Divina en las Sagradas Escrituras?
2.- ¿Por qué el ser humano debe experimentar tantos sufrimientos en sus vidas?
3.- ¿Por qué algunos sufren menos que otros?
Si bien es cierto que la vida está compuesta por cosas muy agradables, y en muchas oportunidades sentimos una intensa felicidad, no es menos cierto que son más los sufrimientos que los momentos de alegría.
Estamos tan acostumbrados a esta dura realidad, que casi no nos damos cuenta de las muchas cosas que nos molestan; desde sentir hambre, frío, calor, dolores físicos, dolores del alma, un ruido, un golpe, una enfermedad, pérdida de seres amados, accidentes, etc.
Sin embargo, hay otros sufrimientos que son colectivos, tales como catástrofes, pandemias, guerras, invasiones, plagas, sequías, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, etc.
La respuesta a estos sufrimientos, está en las terribles y pésimas acciones que los seres humanos realizamos a través de la historia, y también en algo que generalmente olvidamos; La Justicia Divina.
¿Y qué tiene que ver la historia con nosotros?
Tiene mucho que ver, pues la vida actual no es la única que hemos tenido. Llevamos ya muchos miles de vidas en este planeta, y la historia registra nuestro propio comportamiento, tanto en este momento actual, como en otros tiempos pasados.
Es tal la cantidad de actos crueles y obras llenas de maldad e ignorancia realizadas por el ser humano, que es tremendamente chocante, repugnante siquiera describirlas. Discriminaciones, ambiciones desmedidas, acciones abominables en contra de nuestra propia especie, contra los animales, contra la naturaleza y el planeta en que vivimos. El hombre ha atropellado en miles de formas los Sagrados Mandamientos Divinos, y lo que es peor, en incontables ocasiones ha hecho mucho daño invocando su Sagrado Nombre, en la absurda creencia que serán premiados por sus actos en contra sus semejantes.
Todo esto nos hace comprender de inmediato el por qué de la "Ira Divina".
Pero lo verdaderamente real, es que todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre espiritual, por lo que debemos respetarnos y amarnos.
Como civilización hemos acumulado demasiados graves errores, ya sea en forma individual como colectiva, y nos encontramos atrapados por las nefastas consecuencias de nuestras propias acciones.
Son muchos los que, sin conciencia cabal de todos sus actos, no hacen más que terminar un mal para empezar otro.
Dos civilizaciones anteriores han sucumbido por lo mismo, y fueron borradas de la faz del planeta. Lamentablemente la actual está a punto de hacerlo.
No podemos esperar recibir el bien si se ha sembrado el odio y la maldad.
Recordemos que nuestro Divino Padre Creador, da en estricta Justicia a cada ser lo que merece, ni más, ni menos. Además, el denominado perdón de pecados, no existe, es una total falsedad. Lo que en verdad existe, es el infinito Amor y Misericordia Divina, que nos da todas las oportunidades que necesitemos para enmendar y corregir el mal que hayamos hecho.
Aquellos que, en sucesivas vidas a través del tiempo, comprendieron que no debían dañar a nada ni a nadie, sino amar y respetar a Dios y nuestros semejantes, ya han avanzado hacia mundos superiores, y sólo vamos quedando en este planeta los espíritus más atrasados, los menos evolucionados, y por supuesto, también los que vienen recién ascendiendo desde planos más bajos.
He ahí una de las razones de tanta violencia y maldad en el mundo.
Sin embargo, hay una parte de esta humanidad que será preservada de la hecatombe que se aproxima, y son aquellos que han comprendido y practican las enseñanzas de Jesús, nuestro Divino Mesías, por lo que merecen un mundo mejor, de paz y amor.
Actualmente la humanidad se encuentra en una etapa crucial, pues estamos pasando por muchas pruebas, y la forma en que reaccionamos y actuamos en estos difíciles momentos, mostrará el nivel de progreso espiritual que cada persona, cada habitante de este planeta, ha logrado después de muchas vidas.
Los Maestros de la Cosmogonía denominaron a este periodo crítico como; “La hora de la recolección, de la clasificación, y del reparto de frutos”, ya que ellos son los encargados de entregar la Justicia Divina aquí en la Tierra, castigando a algunos y protegiendo a otros.
También en las Sagradas Escrituras este momento se menciona como; “La Hora de la Prueba”.
Está anunciada en el libro Apocalipsis de Juan, y dice que vendría sobre el mundo entero, para probar a todos los que moran sobre la Tierra.
Seremos entonces, testigos de todo tipo de actos, algunos hermosos, llenos de amor, bondad y belleza humana, otros con más indiferencia al dolor y sufrimiento ajeno, y por supuesto, otros radicalmente opuestos, llenos de odio, egoísmo, discriminación y maldad.
Jesús, el Divino Maestro dijo: “por sus frutos los conoceréis”. Es decir, son nuestros actos los que hablan por nosotros, y por los que seremos juzgados.
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