A veces, las tradiciones religiosas que hemos heredado de nuestros ancestros, unidas al fervor religioso que generan ciertas fechas conmemorativas, en las que se realizan normalmente peregrinaciones, acostumbramos a realizar mandas y promesas, para pedir a la divinidad algo en particular o bien sólo para que nos vaya bien a nosotros y a nuestras familias.
Es cierto que las carencias y necesidades cotidianas que tenemos en nuestras vidas, son muchas y nos inducen a realizar estas promesas, que debemos cumplir con algún sacrificio de nuestra parte.
Es así como nos hemos habituado a pedir sanidad, bendiciones, favores, y muchas cosas más, pues al estar nuestro espíritu sometido a la materia, no podemos comprender que muchos padecimientos y aflicciones que nos afectan son en directo beneficio nuestro, o de la persona por la cual estamos pidiendo.
Es preciso saber que todo es en justicia. Es posible pedir, pero debemos tener méritos, y realizar acciones de bien que nos hagan merecedores de la ayuda Divina.
Para quienes hacen mandas (promesas) y su modo de pagar es castigando su propio cuerpo, con difíciles y dolorosas pruebas, les podemos aconsejar que mejor ofrezcan una acción en beneficio de alguien que requiera ayuda, y el resultado será mucho más meritorio.
Es necesario saber que martirizar voluntariamente nuestro cuerpo, es contravenir la Ley de Dios, pues nos ha sido dado para realizar nuestra tarea de avance espiritual, por lo que debemos prodigarle todos los cuidados a nuestro alcance, para que se mantenga sano y fuerte.
Por otra parte, hay personas que acostumbran a pedir a espíritus de personas desencarnadas, así como también en las llamadas animitas milagrosas, pero en verdad a quién debemos pedir es a nuestro Padre Creador, y bajo su permiso estos espíritus y muchos otros pueden ayudar, ya que al hacerlo obtienen también progreso espiritual.
Aquellas personas que han recibido ayuda pueden hacer un acto de retribución, encendiendo un cirio en nombre de aquellos que lo asistieron.
Nuestro Creador sabe muy bien cuáles experiencias son verdaderamente útiles para nuestro progreso espiritual, y además, todas son en justicia. Es por esto que debemos tratar de cumplirlas, aceptándolas, aunque sean difíciles, por lo que nuestro consejo es que, en esas circunstancias pidamos que se haga siempre su Divina Voluntad.
Debemos tener siempre presente que, la mayoría de los malos momentos que debemos pasar, han sido pedidos por nosotros mismos, para avanzar en nuestro progreso espiritual.
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