El legado de Nicolás Copérnico.
Durante miles de años la visión del cosmos fue geocéntrica, es decir que la Tierra era el centro del Universo.
En la antigüedad esto se consideraba muy natural, pues para cualquier observador, parecía evidente que la Tierra se encuentra inmóvil y que el sol, la luna y las estrellas parecen moverse a su alrededor.
De esta manera, el modelo geocéntrico del Universo llegó a ser adoptado como el sistema cosmológico predominante en muchas civilizaciones antiguas.
Además, no podemos olvidar que también era la perspectiva asumida e impuesta por la religión, como única visión correcta y verdadera del mundo.
El trabajo de un misionero
Sin embargo, apareció en escena un misionero del progreso, Nicolás Copérnico (1473-1543), quien fue un brillante matemático y astrónomo polaco, y que durante años desarrolló una teoría que cambiaría de manera radical nuestra visión del mundo: desplazó a la Tierra del centro del Universo y la puso a dar vueltas alrededor del Sol, en un modelo heliocéntrico.
Su primera publicación fue en 1540, con una versión simplificada de sus estudios. Posteriormente, en 1543 se publicó en Núremberg la versión completa de: “Sobre las revoluciones de los orbes celestes”. Ese mismo año partió de este mundo, pues su misión estaba cumplida.
¿Por qué fue importante su obra?
En base a sus observaciones y estudios, ofreció una firme base matemática, con un gran número de cálculos y dibujos que ilustraban todas sus ideas, las que fueron la delicia de todos los científicos que tuvieron acceso a su trabajo. Tanto es así, que Galileo Galilei decía que no conocía a nadie que, tras haberla leído, siguiera defendiendo la teoría geocéntrica.
El trabajo desarrollado por Nicolás, consistía principalmente en demostrar que la Tierra estaba sometida a tres movimientos diferentes; giraba alrededor del Sol, también sobre sí misma y además su eje tenía una inclinación angular.
Este conocimiento es básico para los estudiantes de nuestro tiempo, pero en aquellos años constituía una herejía, por lo que sólo un espíritu valeroso se atrevería a darlo a conocer.
De esta manera, Nicolás Copérnico puso los cimientos que terminaron con miles de años de creencia geocéntrica. De nada sirvió que en 1616 la iglesia prohibiera la teoría, pues los astrónomos más importantes la daban por cierta, y de esta manera, la ciencia venció una vez más a la teología y sus dogmas.
No somos los reyes de la Creación
Esto fue un duro golpe para nuestro orgullo humano, pues ya no éramos el centro ni los reyes de la Creación, sino sólo los habitantes de un planeta más de los varios que orbitan al sol.
Hoy en día, podemos comprender en base a las revelaciones de los Maestros de la Cosmogonía que, la vida llena triunfalmente todo el Universo, y que existen incontables galaxias con billones de soles, y que la Tierra es sólo un imperceptible punto más, en algún rincón de la Vía Láctea.
En pocas palabras; un minúsculo planeta frente a la Portentosa y Maravillosa Creación de Dios Todopoderoso.
Muchos se preguntan el por qué esta perspectiva heliocéntrica no fue adoptada en la antigüedad, puesto que los antiguos también eran lo suficientemente inteligentes como para comprender que, los mismos fenómenos de observación del paso del sol, la luna y las estrellas podían igualmente ser atribuidos a una rotación de la Tierra sobre su eje, y no sólo a que esta estuviera fija.
Las razones pueden ser muchas, pero a cada planeta se le permite ascender y progresar en el conocimiento de las ciencias, de acuerdo al grado de desarrollo de sus civilizaciones, y para ello vienen espíritus Superiores con la misión de generar un nuevo descubrimiento o avance cada cierto tiempo. Es así en todos los campos del desarrollo humano.
Además, debemos recordar que, en tiempos pasados no se disponía de instrumentos que permitieran aventurar teorías y claramente, era más cómodo creer que éramos el centro de todo el Universo.
Posteriormente, en los siglos siguientes, en la etapa del oscurantismo, quien se opusiera a las creencias religiosas reinantes era perseguido y castigado, por lo que definitivamente, no hubo mayor interés en estudios más profundos.
Los Maestros de la Cosmogonía nos han dicho que la civilización actual de este planeta se encuentra aún muy atrasada, en todo sentido, moral, social, espiritual y científico.
Sin embargo, hubo una civilización anterior que estuvo muy adelantada, pero ya no hay rastros de ella, pues fue castigada y destruida, debido a la soberbia y al orgullo que los encegueció, y la avanzada tecnología que lograron sólo fue su perdición.
Podemos ver que la historia se repite, por lo que ya sabemos el destino de esta Tercera Generación Terrestre.
Los invitamos a leer un artículo y también ver un vídeo sobre lo que nos depara el futuro de nuestra sociedad: Profecías de Madre Antonia.
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