Mucho se habla actualmente de que el ser humano viene a la Tierra a progresar espiritualmente. Pero, ¿qué significa eso realmente?, ¿qué se debe hacer?, ¿hay acaso alguna formula mágica para lograrlo?
En este capítulo intentaremos dar respuesta a algunas de las preguntas más comunes. Crecimos creyendo que nuestro Supremo Creador nos daba una sola vida, pero la realidad es muy distinta.
Es el momento de quitarnos el velo milenario de la ignorancia, y conocer la verdad.
El ser humano es un espíritu encarnado en un cuerpo físico, y se encuentra en este planeta para adquirir progreso espiritual, es decir; estamos en una etapa de aprendizaje, venimos para recibir lecciones de algo que debemos experimentar y asimilar para nuestro crecimiento, buscamos entonces perfeccionamiento, evolución, conocimiento, sabiduría, y mucho, pero mucho más.
No puede esperar recibir cosas buenas aquel que ha sembrado cosas negativas, y todo el sufrimiento que recibimos es sólo a causa de nuestros malos actos.
Debemos comprender entonces que el perdón de pecados no existe, y que depende exclusivamente de nosotros sufrir en mayor o menor grado de acuerdo a nuestras obras.
Pero, recordemos que Dios, nuestro Padre Creador, en su infinita sabiduría y bondad nos da muchas oportunidades para progresar y estas son las sucesivas reencarnaciones que tenemos.
Debido a que el conocimiento, la experiencia y las habilidades se van acumulando y acrecentando en las sucesivas vidas, he aquí la razón por las que hay personas que tienen talentos y facilidades extraordinarias para destacar en alguna disciplina, arte o ciencia, por compleja que esta sea, y aventajan considerablemente a otras personas, aún desde la más tierna infancia.
Todos al desencarnar o morir como acostumbramos a decir, (a pesar de que la muerte no existe), nos vamos al Astral o mundo espiritual, a la espera de ser llamados al ‘Auto-Juicio’.
Entonces, vemos como en una gran pantalla, que se nos presenta toda nuestra vida terrena, desde el mismo momento del nacimiento, hasta el momento de desencarnar. Ahí están nuestras palabras y acciones, todo grabado.
Las Leyes Divinas no nos permiten avanzar a planos superiores, por más que lo deseemos o lo pidamos, mientras no paguemos todas y cada una de nuestras faltas, y tengamos la inocencia limpia y pura de un niño.
Recordemos las palabras de Jesús, el Divino Maestro: “De cierto os digo, que, si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. También enseñó: “No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos”.
Por lo tanto, si hemos hecho daño a nuestro prójimo, nosotros mismos, entiéndase bien, nosotros mismos pedimos encarnar nuevamente, y elegimos todos los sufrimientos que nos permitirán pagar nuestras deudas, así como también elegimos las experiencias que debemos o queremos aprender.
Esto hacemos usando el libre albedrío que nos ha otorgado nuestro Divino Padre Creador, por lo tanto, no podemos ni debemos quejarnos ante Él por las aflicciones que pasamos en nuestras vidas, aunque sean terribles, ya que todas han sido elección nuestra.
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